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Esta podría ser la historia de cómo robé un lanzallamas (pero no uno de juguete, no, uno de verdad) y lo perdí en 24 horas. Y dos días después robé otro, por puro capricho, y me hice una sesión de fotos para actualizar mi imagen en las comisarías de todo el mundo.

También podría ser la historia de cómo cogí prestado un porro infumable, varias palas, un par de anillos de compromiso, cerca de 8392749 chicles, un bumerán, o un carrillón marino sin batería (que no tengo ni puñetera idea de cómo se carga), por avaricia.

O quizás podría ser la historia de mi estudio express sobre Medicina básica durante los ratitos libres en avión, para poder entender el contenido del libro de Medicina profesional que le birlé a uno.

Pero no.

Esta es la historia de cómo el pelirrojo me lió, yo acepté, y descubrimos un pasatiempo nuevo mientras le llevaba con la lengua fuera por todo el mundo. Ahora somos los más buscados por el puñetero FBI, hemos acumulado millas aéreas de la hostia, hemos aprendido juntos nuevas formas de hacer maldades, nos hemos desquiciado en las últimas 24 horas, y estamos un poquitito más cerca del C2 en turco de lo que estábamos hace unas semanas.



(Aunque la versión alternativa que más me gusta es la de haber elevado al máximo exponente uno de mis mayores hobbies: allanar, allanar, y allanar más casas. ¡Ja!).