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Perdido por allá

No phone
No friends
No family.

El recibimiento no había sido nada como lo había planeado, ni mucho menos como lo había soñado desde hace tantos años. Qué tonto, no paraba de pensar Shad de nuevo encerrado entre cuatro paredes. Una cama, un escritorio y algunos libros. Esto es peor que la cárcel, allá por lo menos me divertía.

La legión. Lo que tantos años le reconcomió la cabeza, el núcleo de sus traumas alimentado por imágenes borrosas de su infancia donde los enemigos se disfrazaban de amigos y familia. La legión, no era más el sitio que realmente le robó un presente que podría ser tan diferente, un poco más normal pensó Shad, un par de lágrimas manchaban su rostro al caer desde su ojos mientras él estaba acostado en la cama y mirando el techo negro.

Imbécil, él que presumía de tener una mente que va un paso por delante, ahora se avergonzaba de como él mismo se sirvió en bandeja de plata a los que lejos de recordarlo como uno más, ahora lo ven como una forma de vengarse muy fácil.

Recuerda cada una de las discusiones, fuertes, que tuvo con Jae cada vez que hablaban del tema de La legión, y ahora, tan egoísta, él sabía que cuando empezaran a pasar los días Jae vendría a por él, sin importar el precio del rescate.

Sabía que era la carnada, pero también sabía que ni su padre ni sus hermanos eran tan tontos como lo fue él.

Shad utilizó su propia uña, que ya estaba un poco más corta que las demás para hacer una pequeña raya en la pared que ya estaba por detrás de otras doce.

13 días.