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📌 - Aquí te quedas, donde jamás te irás

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Hay momentos en la vida en los que un solo instante, tan breve, tan profundo, puede marcarte para siempre.
Te atreves a hacer algo que nunca antes habías hecho, a lanzarte a una aventura sin pensar siquiera si tendrá un final.
Pero… ¿por qué ponerle un final a algo? Tal vez si es malo, sí.
¿Y si es bueno? ¿O tan bueno que, incluso con todo en contra, te dan ganas de quedarte?

La vida no siempre es alegría. A veces arriesgarse deja huellas, un golpe, una cicatriz, una historia en la piel.
¿Vale la pena el riesgo?
Sí. Lo vale, y lo ha valido.

Un día, emprendes un camino sin nada que perder, te lanzas sin ilusiones ni grandes sueños, guiado solo por una chispa de esperanza.
Y en ese trayecto, encuentras todo lo que jamás pensaste tener: el brillo, la luz interior de alguien que ilumina tus pasos y te acompaña tan de cerca, que llegas a creer que el camino nunca terminará.

Pero un día, con el paso del tiempo, ves cómo esa luz comienza a apagarse, no de golpe, sino como el sol en la tarde: despacio, sin avisar.
Y aunque duela, sientes que la esperanza permanece, escondida como una semilla en el pecho. La misma que nació contigo al dar el primer paso.

Y quizás, con el correr del tiempo, vuelvas la mirada hacia el horizonte… y descubras a lo lejos esa misma luz, brillando de nuevo.
Entonces sabrás que, tras todas las tormentas, esa luz se quedará contigo… para siempre.

Ese día comprenderás que el tiempo, de algún modo, sí cura.
Te revela el verdadero camino, y coloca los buenos recuerdos justo donde deben estar: a tu lado, en un lugar del que ya nunca más se irán, en el rincón más cálido del tu alma.